“En el marco del conflicto armado hemos sufrido estigmatización, desplazamiento forzado, afectaciones en la salud física, financiera, emocional, espiritual, psicológica, y hemos vivido con el temor de fallecer sin conocer la verdad lo que pasó con nuestros familiares, a quienes les fueron arrebatados los sueños. La narrativa negacionista de los militares es una ofensa”, mencionó ante la JEP Bertina Badillo, integrante del colectivo Tejiendo memorias, integrado por familiares de víctimas de ‘falsos positivos’ en Antioquia
Desde el municipio Granada fueron escuchadas más de un centenar de víctimas de esos crímenes judiciales en ese departamento. A su vez, se reunieron para exponer sus observaciones a los testimonios entregados por el general (r) Mario Montoya Uribe y 60 uniformados más de la IV Brigada del Ejército Nacional, involucrada en el asesinato de jóvenes civiles para ser presentados como guerrilleros abatidos en combate.
En los dos días de diligencia (sábado 27 y domingo 28 se mayo), madres, hermanas y esposas de quienes fueron víctimas de esos crímenes extrajudiciales contaron su relato de la forma en que fueron afectados en medio de esa dinámica y la responsabilidad de la fuerza pública en la comisión de esos delitos.
Ante la magistratura, la profesora Marleny Concepción Castaño narró los hechos en que fue asesinado su hermano, Esaú de Jesús Quintero a manos del Ejército en la vereda Campoalegre del municipio Cocorná. Aquel 16 de enero de 2003 también mataron al cuñado de su hermano, César Orlando Gómez, y su sobrino Evelio, cuyo caso fue expuesto también en la audiencia por Claudia, su esposa.
“Mi hermano ese día estaba ayudándole a Evelio a empacar plátano en la vereda Campoalegre. Varios vecinos afirman –porque yo no estaba en aquel lugar, me había desplazado unos meses antes– que vieron pasar a hombres del Ejército hacia Los Mangos. A los pocos minutos se escucharon unos disparos. Al rato vieron pasar a los hombres del Ejército con tres cuerpos montados a caballo: eran los de Esaú, Claudia y Evelio”, contó la docente de profesión.
En aquel entonces, en la vereda patrullaba el Ejército, pero también la guerrilla; sin embargo, tanto ella como el grupo de estudiantes de bachillerato que tuvo a cargo no pensaron que la fuerza pública terminaría siendo los verdugos de los habitantes en aquella zona. Incluso, detalló que hubo días en que las clases no las hacía a jornada completa por avisos de presencia de agentes del Estado.