Adolfo Hitler estableció en Varsovia el gueto más grande de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, donde lo habitaron unos 380.000 judíos, casi un 30% de la población total de la capital. Inmediatamente después de la rendición de Polonia los judíos de Varsovia fueron sometidos a ataques brutales y reclutados por la fuerza a realizar trabajos forzados.

En noviembre de 1939 se legislaron las primeras medidas contra ellos: fueron obligados a llevar brazaletes de color azul y blanco con la Estrella de David y se aplicaron varias normas de carácter económico cuyo resultado fue la pérdida total del sustento para la inmensa mayoría.

En noviembre de 1940, 360.000 judíos fueron hacinados dentro del gueto de Varsovia y el 16 de noviembre de 1940 fueron totalmente encerrados en el gueto. Sus habitantes comprendían un tercio de la población de la ciudad, pero ahora ocupando forzadamente una superficie equivalente al 2.4% de la misma. Más de 80.000 murieron a causa de las terribles condiciones que reinaban en el lugar, especialmente enfermedades, hambre y comenzando en julio de 1942 las primeras deportaciones a los campos de exterminio.

Para complicar más aún este drama siniestro, decenas de miles de refugiados expulsados a Varsovia aumentaron a 450.000 el número de personas confinadas. Rodeados por un muro que fueron forzados a construir bajo una vigilancia severa y violenta para aislarlos del mundo exterior, dentro del gueto sus vidas agónicas transcurrían diariamente entre una lucha porfiada por la vida o la muerte donde esta segunda opción siempre ganaba, lamentablemente.

Las condiciones eran insoportables: el hacinamiento espantoso, multitud de personas por habitación y las raciones de alimentos que constituían no más de un diez por ciento de los requerimientos diarios de un ser humano. La actividad económica era nula y aquellos que participaron en alguna de tipo ilegal o que poseían algún ahorro, constituyeron el minúsculo grupo que lograron sobrevivir, sólo por un tiempo.

Afortunadamente, las murallas del gueto no lograron paralizar la creación cultural de sus habitantes. Intelectuales y científicos no interrumpieron sus actividades a pesar de las graves circunstancias que los rodeaban. Por el contrario, la ocupación nazi y la expulsión al gueto impulsaron a muchos artistas y creadores a expresar la tragedia que conmocionó sus existencias. Tanto es así que en el gueto funcionaron incluso, bibliotecas clandestinas. El estudio, la música y el teatro, realizadas en la más completa clandestinidad, se convirtieron en un refugio fantasmagórico ante la pavorosa e indescriptible realidad que los rodeaba.

Cuando los informes sobre los asesinatos en masa en los centros de exterminio se filtraron, un grupo de sobrevivientes en su mayoría jóvenes, formó una organización llamada Z.O.B. (Organización Judía de Combate), dirigida inicialmente por Mordecai Anielewicz, 23 años, quien emitió una proclama que llamaba al pueblo judío a resistirse. En este contexto, recordemos que en enero de 1943 los despojos humanos del gueto de Varsovia abrieron fuego contra las tropas alemanas cuando intentaban arrestar a otro grupo de habitantes. Los combatientes utilizaron armas que habían introducido de contrabando y esta pequeña “victoria” inspiró a los combatientes a prepararse para una resistencia que no tardó en llegar.

En el mediodía del 19 de abril de 1943, hace hoy 80 años, comenzó el alzamiento del gueto de Varsovia después de que la policía y las tropas alemanas ingresaran para deportar a un número considerable de los habitantes sobrevivientes. Setecientos cincuenta judíos lucharon tenazmente contra la abrumadora superioridad nazi, muy bien entrenada y con masiva cantidad de armamentos de guerra. Los heroicos combatientes levantaron barricadas en las calles, dentro de edificios e incluso en bunkers secretos, dispuestos a resistir a cualquier costo.

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