Entrevista El País
“América Latina es esencial para la conversación global sobre la democracia”. El colombiano Felipe Estefan está convencido de que la “enorme cultura de arraigo democrático de la región”, -que surge de las ingratas experiencias de haberla perdido durante dictaduras-, consolidó una ciudadanía activa cuyos aprendizajes serán esenciales para proteger la democracia en el mundo. Estefan es vicepresidente de Luminate, fundación global sin ánimo de lucro, que trabaja para empoderar a personas y organizaciones que han estado subrepresentadas y que se rige por una pregunta: ¿Qué sucedería si todas las personas tuvieran el poder para influir en las decisiones que afectan sus vidas?
Una democracia no es solo un sistema en el que las personas votan y eligen a una persona. Para que funcione bien tiene que representar verdaderamente las identidades y los intereses de la población, y quienes gobiernan deben estar al servicio de un interés público que se entiende como prosperidad para todos y todas. Siendo así, sin representatividad y sin diversidad no hay verdadera democracia. Desafortunadamente, en América Latina los niveles de desigualdad son tan amplios que tenemos democracias con crisis de representación.
Asegura que la desconfianza en la democracia se debe a tres factores, uno tiene que ver con esa crisis de representatividad: las personas ven a quién es electo y no necesariamente se ven a sí mismos, a sus familias, ni a alguien que los defiende lo que necesitan día a día. Hay una brecha entre lo que la gente verdaderamente siente y necesita y lo que ve que hacen los gobernantes.
los otros?
R. El otro tiene que ver con lo que llamo la crisis de legitimidad. La gente está esperando resultados de sus gobernantes y muchas veces no los ve, en ciertos casos por corrupción, en otros por mal manejo, a veces por incompetencia. Los resultados que la gente quiere y se merece no necesariamente son los que están produciendo los gobernantes. Finalmente, el tercer factor es la crisis de información.
P. ¿Por qué esta última puede afectar la democracia?
R. Hay unos sistemas de manipulación de información, muchas veces a través de plataformas de redes sociales, en los que las personas están comenzando a operar con base en realidades diferentes, hechos diferentes, información falsa o que ha sido alterada expresamente por personas que quieren manipular la opinión pública. Eso hace que no podamos tener un diálogo democrático como ciudadanía basados en una realidad compartida. La crisis de representatividad, más la de legitimidad y la de información, nos llevan a decir que estamos en un momento de amenazas a la democracia en América Latina y alrededor del mundo.
P. Ese coctel ya ha hecho estallar protestas en toda la región.
R. Lo que hemos visto en últimamente, en Perú o Ecuador y ahora con la Constituyente en Chile, es una prueba de que la ciudadanía en América Latina tiene cultura democrática y la expectativa de que sus gobernantes los van a representar. Eso es un motivo de esperanza. Hay bastante señales de esperanza para la democracia.
P. ¿Por qué ser optimistas en este contexto?
R. Hay dos señales. Una es que las ciudadanas y los ciudadanos de América Latina saben lo que quieren y se están organizando para ser escuchados. Eso es algo bueno en una democracia. La otra es que hay muchísima prensa independiente. A pesar de que es una región con amenazas increíbles a la prensa, los periodistas están haciendo labor investigativa profunda, de calidad, para informar a la ciudadanía y hacer rendir cuentas a quienes están en el poder. Adicionalmente, vemos una mayor representación en temas de cultura y las historias que se cuentan, quién cuenta qué historias y cómo nos vemos como sociedad. Finalmente, la ciudadanía tiene mayor concepción y llama la atención a la gente que manipula y esparce información falsa y mensajes de odio. Veo entonces una ciudadanía comprometida con la democracia que quiere participar y ser escuchada.
P. ¿Los gobernantes están contribuyendo a profundizar esa crisis de información y los discursos de odio?
R. América Latina tiene una larga historia de gobernantes que quieren controlar y manipular la información. No es solo por la tecnología, pero ésta ha incrementado la posibilidad de que la información falsa o manipulada se esparza en la población de una manera rápida. La forma en la que la información está consumiéndose, distribuyéndose, es algo que no puede ser controlado ni por un gobernante, ni por un Gobierno, ni una compañía; como sociedad tenemos que entender cómo vamos a regular a los actores que permiten la manipulación de los ecosistemas de información. Los gobernantes tienen una responsabilidad por el megáfono del tamaño que manejan, y es entrar a ese ecosistema con información verídica.
P. Ustedes trabajan con comunidades subrepresentadas, ¿ha cambiado el concepto de la subrepresentación con el tiempo?
R. La definición de quiénes está excluidos es algo que constantemente exploramos, porque el camino hacia la verdadera inclusión y representación nunca tiene un momento de misión cumplida. En sociedades donde hay sistemas de inequidad y de poder que son injustos siempre hay que estar pensando quién se ha quedado por fuera, quién no está en la conversación, quién debería tener más voz, a quién se le ha cerrado la puerta y por qué. Hay unos temas particularmente importantes, aunque no los únicos, como una brecha muy significativa en términos de liderazgos políticos y cívicos para mujeres y personas de género no binarias.